Por Ricardo Georges
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Villa Itatí, ubicada en la localidad de Don Bosco, Quilmes, Provincia de Buenos Aires |
“A más de 200 años de la expansión
ganadera y de la constitución efectiva de muchos latifundios como unidades
extensivas de explotación, la “gran empresa” que llevó el liberalismo
decimonónico (“gobernar es poblar” mediante sucesivas “conquistas al desierto”
y desalojos campesinos), terminó forjando un campo sin gente. En Argentina, la
población rural en 1980 era de 17%, y en 1990 descendía a 13,10%, para
encontrarse en la décima parte del total en 2001. Si puntualizamos en Buenos
Aires, por ejemplo, en 2010 era menor de 3%. Siendo benevolentes, una
catástrofe. Al menos en términos sociales”
La frase con la que inicio estas
reflexiones la tomé de un artículo publicado en Comercio y justicia.info, por
Cristian Pocynoc, quien recupera las luchas por el modelo de país que tuvieron
las elites criollas argentinas de la segunda mitad del siglo XIX, donde más
allá de la puja entre unitarios y federales, había otra, posiblemente más
importante, entre quienes propugnaban un reparto equitativo de tierras en forma
de minifundios a familias tanto argentinas como inmigrantes (Artigas,
Sarmiento), y quienes propugnaron, impusieron y consolidaron los latifundios
terratenientes, con ganado pero sin gente (Rosas, Roca, Azcuénaga, entre otros),
bloqueando el acceso a la propiedad de las tierras a familias pobres y/o
inmigrantes, a las que arredraban las tierras acaparadas, y que fomentaron que
un tercio de la población argentina, se concentre en Buenos Aires y el
Conurbano, y en la periferia de grandes ciudades a lo largo del siglo. De más
está decir que el peso político de este sector social tradicional se ha
naturalizado tanto que Argentina es uno de los pocos países de América donde
nunca se ha realizado una reforma agraria.
Aquí el artículo: Sarmiento y la paradoja agraria y propietaria de la Argentina liberal
En época de sustitución de
importaciones, a mediados del siglo XX, los flujos migratorios de las
provincias argentinas y de población de países limítrofes se radican en
terrenos fiscales, que rápidamente se poblarían en forma precaria y de
creciente hacinamiento, y que se conocerían con el nombre de “Villas
de emergencia”, entendiendo por emergencia una situación de
temporalidad donde las personas terminarían viviendo en lugares definitivos y
con viviendas adecuadas. Esto nunca ocurrió, y con su consolidación y
crecimiento pasaron a denominarse, por generalización en el lenguaje popular “Villas
miseria”, apelativo que sigue en uso cotidiano, aunque a nivel oficial
y a modo de evitar la estigmatización hoy se denominen “Barrios Populares”.
El gran crecimiento de estos barrios precarios
comenzó tras la crisis mundial de 1973, con sus repercusiones en la economía
argentina, pero especialmente tras las políticas económicas neoliberales y
desindustrializadoras de la última dictadura militar. Con los gobiernos democráticos, las políticas
sociales argentinas, de los gobiernos de distinto signo político, no se
ocuparon de implementar políticas activas de acceso a la vivienda (en todo caso
lo que se hizo fue siempre a cuentagotas), formación y acceso al empleo, ni de
combate a la pobreza, sino que se centraron en una lógica asistencial centrada
en reparto de alimentos y de subsidios alimentarios y en salud materno
infantil. Hay culturalmente, tanto en la clase política tradicional, como en la
sociedad, una tradición, de origen clerical, a atenuar los efectos de los
problemas más que a dar soluciones a los problemas. Y mientras esto se hacía,
la pobreza y la cantidad de barrios populares, familias que viven en dichos
barrios, y familias en situación de calle, no hizo más que agravarse.
El acceso a la vivienda adecuada no es un
problema sólo de sectores populares. Hoy para una familia de clases medias,
especialmente para jóvenes, es prácticamente imposible el acceso a la vivienda.
No hay una política de Estado que lo facilite, y las que en su momento se
crearon como las líneas de crédito UVA, terminaron agravando el problema de
muchas familias, mientras los que nunca pierden son los bancos. Sobre el tema de créditos hipotecarios hay varios artículos específicos en Puentes Sociales, por lo que me centraré en lo que hoy se denominan barrios
populares.
Artículo sobre créditos UVA: Basta de excusas. ¡Solución ya!
DE VILLAS DE EMERGENCIA A “VILLAS MISERIA”, Y DE “VILLAS MISERIA” A BARRIOS POPULARES
Cambiamos las denominaciones (las fachadas)
pero el problema de la falta de acceso a viviendas justas y adecuadas sigue sin
estar “en serio”, en la agenda política.
“En Argentina, hay cerca de 3,5 millones de familias
con problemas habitacionales. Son grupos familiares que, o no tienen casa o,
como es en la mayoría de los casos, la que tienen u ocupan no reúne las mínimas
condiciones de habitabilidad.
Si sumamos la extensión territorial de las
villas, abarcan 590 km2 y alojan a más de un millón de familias que
mayoritariamente no cuentan con regularidad dominial ni acceso formal a
servicios básicos como agua corriente, energía eléctrica ni red cloacal.
Es un problema que crece y se expande con
las condiciones que agravan la pobreza y vulnerabilidad. Y esto se ve también
en las estadísticas del recientemente actualizado Registro Nacional de Barrios
Populares que mostró un incremento importante en estos últimos cuatro años.
El nuevo RENABAP (Registro Nacional de Barrios Populares) contiene 5.687
barrios populares (villas y asentamientos), es decir, se han sumado más de 1200
barrios de este tipo en los últimos cuatro años viviendas”.
(En 2016 se registraban 4416)
Estas villas están ubicadas en 949 ciudades y localidades de nuestro país, pero el 61% de los hogares con déficit habitacional se concentra en las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, especialmente en los grandes centros urbanos. Le sigue la zona del noroeste, con una participación de 15% del total. La Patagonia, con un 4% del déficit total, es la región con menos problema de vivienda[1].
Según el
Mapa Nacional de Barrios Populares (datos 2016), la provincia de Buenos Aires
es seguida en cantidad de barrios populares por Santa Fe, con 341 barrios
humildes, seguido por Misiones, con 268 y Mendoza con 247, mientras que la
Ciudad de Buenos Aires concentra 57.
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Barrios populares en la República Argentina en 2016. |
En el conurbano bonaerense, el municipio de La Plata, con 205 y La Matanza, con 130, los pone al tope del ranking provincial. Le sigue Florencio Varela, con 73; Almirante Brown, con 70; Quilmes con 68 y Merlo con 66. Si se tuviese en cuenta la densidad poblacional y extensión distrital, Merlo pasaría al primer lugar y La Matanza y La Plata a los últimos de esta lista acotada[2].
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Familias enteras en situación de calle, desde hace unos años algo habitual en el paisaje urbano de AMBA Las imágenes son de un artículo Habitar en la calle en Pandemia de Paula C. Rosa para la Fundación Tejido Urbano. |
ALGUNAS REFLEXIONES FINALES:
En los casi 40 años transcurridos desde la
recuperación de la democracia hemos avanzado en muchos derechos y libertades, e
incluso a pesar de muchas críticas vinculadas a calidad, a nivel educativo
hemos logrado importantes hitos para el acceso de adolescentes y jóvenes de
sectores populares a la Universidad. Hoy un chico/a de barrios populares tiene,
por una parte, una mayor cercanía a nuevas universidades abiertas a partir de
mediados de los años 90, entre ellas la UNQ, y por otro, posibilidades de becas
y ayudas económicas de las que antes no se gozaba. Hoy sin duda hay un mayor
número de alumn@s de villas que cursan estudios universitarios pero, como una
gran mayoría de jóvenes también de sectores medios, tienen bloqueado el acceso
a viviendas adecuadas en barrios no marginalizados. Como sociedad tenemos una
deuda enorme en materia de erradicación de la pobreza, pero a pesar de promesas
de todo tipo, la realidad es que poco o nada se ha hecho. Por ejemplo, ahora
mismo desde el gobierno se anuncia la entrega de 60.000 viviendas y 140.000
viviendas en total que se estarían construyendo. Una gota de agua para las
necesidades de 3,5 millones de familias con problemas de acceso a vivienda en
el país. Evidentemente las cifras muestran un inequívoco incremento de personas
y hogares en barrios precarios o en situación de calle, cuando cabría esperar
una paulatina integración y acceso a viviendas justas y también a tierras. En
el camino, aparecen perlas que naturalizan la situación y se persiguen cambios
cosméticos, que en apariencia dan solución, pero no solucionan nada. Ahora
mismo mientras se inauguran viviendas, en septiembre de 2022 el gobierno
recortó casi un cuarto del presupuesto del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat,
quitando $50.000 millones al Programa de Planificación y Desarrollo Territorial[3].
Desde el otro lado de la grieta, también hubo propuestas de “lavar la cara” a
las villas para que se transformen en lugares visitables como polo turístico[4]
Señales importantes de naturalización y “lavado
de cara simbólico” de la pobreza han sido esgrimidas por el frente gobernante,
donde parece que con cambiarle la denominación a las cosas, ya se solucionaron
los problemas o se hizo una reparación histórica. O esgrimir los viejos
conceptos de Lewis de “Cultura de la pobreza”, detrás del concepto, al menos
discutible, de “identidad villera”, donde en cualquier caso parece haberse renunciado
a las grandes y necesarias políticas de reasignación de tierras,
desconcentración poblacional, relocalización de familias en barrios adecuados,
equipados, planificados, y con servicios. Antes de los 80 al menos se apelaba a
la construcción como motor de empleabilidad de amplios sectores laborales poco
cualificados, para la construcción de viviendas sociales. Ahora se hace a
cuentagotas.
Es necesario repensar el territorio, y la
jerarquización que se le da a las distintas políticas sociales, cambiando el paradigma
asistencial por un enfoque desarrollista/social que ponga en primer plano como
objetivo el acceso a la tierra y la construcción de nuevos barrios y viviendas,
y blanquear la situación de Emergencia Habitacional, y vinculado a ello,
políticas de formación y empleabilidad. No es un esfuerzo de un solo partido
político ni sólo de la clase política. En esto también hay que cambiar la forma
de hacer, de obrar. Es imperativo diseñar políticas a largo plazo, técnica,
ambiental y socialmente sustentables, en un trabajo conjunto y articulado, no
sólo con los tres niveles de gobierno (Nacional, provinciales y municipales),
sino también con Universidades, ONGs, voluntariado, sindicatos, empresas, fundaciones,
iglesias, ciudadanía, beneficiarios, sector privado y con una gestión desde el
diseño, participativa, transparente y con gestión financiera y técnica
administrada por consejos con todos los actores implicados. Los socialistas
ponemos el foco en la promoción de la sociedad civil, la cooperación y la
gestión asociada entre todos los implicad@s.
¡Exijamos que este tema de vital importancia esté
presente en la agenda política!
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Ricardo Georges Sociólogo |
ENLACE RELACIONADO:
BARRIOS POPULARES Y DÉFICIT DE VIVIENDA: EL CASO DE VILLA ITATÍ EN DON BOSCO, PARTIDO DE QUILMES
[1] CARITAS/radiomaria.org.ar “El déficit habitacional en Argentina”. 22 de junio de 2022.
[2] Klipphan, Andrés, “Crecen los barrios populares en Argentina”. Infobae 24 de marzo de 2017
[3] Decreto 8202126/2022. Boletín oficial del 5 de septiembre de 2022.
[4] El ex intendente Martiniano
Molina propuso convertir Villa Itatí en un “polo Turístico2 el 9 de agosto de
2019.